jueves, 29 de abril de 2010

¡Toda ella era vida!

Dulós:

Recuerdo el día en que conocí a Ester. Era una chica guapísima y muy simpática. Tan solo tenía 16 años, y yo, 24. Lucía una melena rubia larguísima color oro. Y lo que más llamó mi atención fueron sus ojos color mar de verano y su viva mirada. Era la noche en que se celebraba “el baile de las chicas” del Carnaval de Palamós, en Girona, en el que las mujeres vamos con una máscara para no ser reconocidas por nuestras parejas, y así, jugar al “ligoteo” travieso, picante, y, algunas veces, premeditadamente perverso. A escondidas, Ester me mostró su rostro y yo el mío. Habíamos tropezado unos segundos antes la una con la otra, nos reímos, y ya no nos separamos en toda la noche. Ni nunca más… Al ver su cara, enseguida supe quien era ella. Sabía que hacía pocos días había empezaba una relación con mi ex novio, Mitus. Un chico guapísimo y muy buena gente al que yo seguía queriendo mucho, pero que dejamos de salir porque nuestros caracteres eran difíciles de congeniar… y Ester sabía también que yo había sido la pareja de su chico durante tres años. Al descubrirnos el rostro y reconocernos… nos miramos con sorpresa. Sonreímos, y nos fuimos a bailar. Enseguida nos dimos cuenta de que éramos dos chicas muy parecías, con personalidades fuertes. Lo notamos ambas, y disfrutamos de la recién estrenada amistad como dos niñas.

Esa noche, entre copa y copa, Ester y yo sentimos la necesidad de ir al baño. Como la fiesta se celebraba en un entoldado y no había aseos, decidimos ir detrás de las barcas que yacen sobre la arena de la bahía de Palamós… y en ese momento me dijo: “me gusta mucho Mitus”. Y yo le conteste: “a mí también”. Ester, en vez de verme como una adversaria, ya demostró su gran corazón e intentó no hacerme daño: “a ver como lo solucionamos como buenas amigas” Esa noche fue el inicio de una buena, sincera y preciosa amistad. Ya demostró la gran persona que era. Desde entonces siempre me respetó. Y yo a ella. Y nunca dejamos de ser amigas. Ella fue novia de Mitus durante 3 años. Luego, cortaron. Nuestra amistad siguió. Solo nos ha podido separar la muerte.

Ester tenía poco más de 20 años cuando le diagnosticaron cáncer linfático. Hasta entonces, aun siendo pareja de mi ex novio, habíamos compartido noches de fiesta y juerga. Al saber de su enfermedad, necesitaba llorar, desahogarse, hablar… Quedamos a cenar en un coqueto restaurante de Palamós, el “Vostra Llar”. Nunca he olvidado estas palabras a media cena: “Dulós, cada noche sueño que estoy en un ataúd, muerta, y me niego a ello, ¡no voy a permitir verme así!”.

Qué gran luchadora ha sido siempre Ester. Y valiente. Por supuesto que superó ese bache. Y llevó la enfermedad con una gran fuerza. Y sin perder nunca la alegría y la esperanza. El maldito cáncer le dio muchos sustos. Y la hizo sufrir mucho físicamente. Pero Ester nunca perdió la sonrisa, ni su forma de ser vital, alegre, simpática. Ni cuando la enfermedad finalmente le atacó duramente el pulmón y el nervió ciático. Toda ella era vida.

Su madre murió de cáncer linfático cuando ella era una niña. Ester, desde que nació, siempre ha sido una persona rebelde, anti normas... ¡se sentía como un pájaro libre! Parecía querer demostrar a sus seres más queridos que ella era inmortal. Y a sí misma. Pero en el fondo de su corazón, la ausencia prematura de su madre por esa grave enfermedad la marcó. Nunca me lo dijo, pero creo que saboreaba tanto la vida porque sentía que se le escapaba segundo a segundo. Ella lo sabía muy bien. Pero nunca permitió que los que la queríamos, lo supiéramos. Aunque yo la he escuchado llorar a medianoche…

Hace 12 años que vivo en Madrid, pero ni una vez de las que he viajado a Catalunya he dejado de ir al restaurante de Platja d’Aro propiedad de su familia donde ella trabajaba, para darle un beso, un abrazo. Es un precioso local donde te sirven el mejor pescado y marisco de la Costa Brava. Ester era la persona que te hacía subir a los cielos vendiéndote lo mejor del mar Mediterráneo y su padre te lo servía en la mesa…

Cuando la visitaba, siempre sacaba una botella bien fría de vino blanco y se sentaba conmigo a beberla. Aunque fuera unos pocos minutos. Era muy generosa. Nunca le dio importancia al dinero. Porque ella no quería bienes, sólo quería vivir. ¡VIVIR! ¡Y así lo hizo!

Sé muy bien algunas de las cosa que le gustaban a Ester. Su familia. Sus hermanas. Su madre. Ser amiga de sus amigos. Reír. Hablar. Las cosas sencillas de la vida. Una flor. Sentirse guapa. Y sexy. Ir a dormir de madrugada. Ser cariñosa. Sus perros. Viajar. Ser responsable en su trabajo. Bañarse en el mar cuando sale el sol. Que la quisieran. Las fotografías de su familia de su casa. Ir de copas. Su barraca.

Recuerdo que en uno de mis últimos viajes a Palamós, fui a buscar a Ester a su casa, a su “barraca”. Me recibieron sus perros. Esta era su vida. Natural. Llana. Campechana. Sencilla. Auténtica. Se arregló, se pintó, se puso preciosa. Insistió en que me retratara con las fotos de ella y su familia que adornan las paredes de su casa. Como se veía fea porque había vuelto a perder el pelo por culpa de la quimioterapia, me pidió que la recordara bonita siempre, preciosa. Parecía que intuía su final.

La última vez que la vi fue las pasadas navidades. Desde que yo caí enferma, también de cáncer, Ester no me ha dejado sola. Me ha llamado constantemente. Me ha dado fuerzas, me ha contado sus experiencias, me ha dicho que la quimio no es nada, me ha hecho reír con sus bromas, me ha hecho llorar de emoción… El 24 de diciembre viajé de Madrid a Cataluña, y cené con mi familia. El 25 también comí con ellos. Es tradición familiar. Y a la primera persona que quise ver de todas las amistades que tengo en la Costa Brava, donde me crié, fue a Ester. Quería agradecerle todo el amor que me había dado. Era el día de navidad y después de comer me acerqué a su restaurante. Estaba cerrado al público, pero vi gente dentro. Su familia celebraba la fiesta en el local. Me abrieron la puerta, y Ester… ¡su cara lo dijo todo! Me abrazó, me besó, me sentó a su lado, me cuidó, me invitó… La vi tan feliz… pero no lo estaba tanto.

La veía guapísima. Pero ella, aunque intentaba esconder sus emociones, yo, que la conozco muy bien, noté que se sentía poco guapa… ¡y mira que estaba preciosa! Llevaba un gorrito de piel muy bonito que la hacía muy mujer. Pero Ester no paraba de decir que sin pelo estaba horrible, que había tardado diez años en volver a tener su larga melena, y que ahora, debía esperar otros diez años para volver a verse bien. Le costó, pero se quitó el gorro. Tenía mucho calor. Le dije: “estás maravillosa, como siempre”. Sonrió, y me respondió: “nunca me lo quito… No me gusta verme así”. Y me aseguró que nunca se lo quitaba en público.

Ese día Ester volvió a sacar su fortaleza y energía ante todos. No dejó que la vieran derrumbarse. Pasamos la tarde muy animadamente charlando y riéndonos. Vi como su familia la cuidaba y piropeaba. Por la noche, todos nos fuimos a tomar una copa a un pub de Platja d’Aro. Hacia las dos de la madrugada, su padre estaba cansado. Dijo: “Ester, te llevo a casa”. Pero Ester tenía ganas de más fiesta, como siempre. Y le dijo a su padre: “Dulós me lleva a casa”. Su padre no se fiaba… Después de mucho hablar, porque él insistía en dejarla él mismo en su cama “sana y salva”, dijo: “de acuerdo”. Sabía que yo la dejaría en casa, y bien. Me sentí orgullosa. Y por supuesto que la acompañé. Llegamos, saludé a sus perros, entré con ella, esperé a que se acostase. Le di un beso de buenas noches…

Al día siguiente llegué a su “barraca” al mediodía. Estaba todavía acostada. Le canté una canción animada, pegó un bote en la cama y me chilló: “loca”. Se duchó, se vistió y nos fuimos al restaurante. ¡Allí comimos con su familia un menú espectacular! Por la tarde, me dijo que estaba muy cansada, que necesitaba echarse, que habíamos salido la noche anterior y que su cuerpo no aguantaba tanto como antes… Al irme, me dijo: “Dulós, ven a pasar unos días en mi casa. Las dos solas. Por favor, ven pronto, lo pasaremos muy bien. Te quiero mucho.” Le dije: “En cuento pueda, volveré”. Y me dijo: “Pero ya, eh?” Y le contesté: “Te lo prometo. Quiero venir a cuidarte.” Fueron nuestras últimas palabras…

Mi hermana me llamó y me dijo: “Ester ha muerto”. Le dije que me engañaba, que no podía ser, que Ester no podía morir, que no podía dejarme…

Pedí a mis padres que le llevaran un ramo de flores. Nada de una corona, porque seguro que la odiaría, nada de un ramo serio… Le dije a mi madre que a Ester le gustaría un ramo primaveral, con flores de campo, sencillas, frescas, olorosas, y con un gran lazo naranja… Y así lo hizo.

Y yo, con lágrimas en los ojos, cené caviar de salmón. Y con un susurro, murmuré: por ti, ¡querida amiga!

Siempre te recordaré… siempre. Me niego a olvidarme de ti. ¡Te quiero, Ester!







viernes, 9 de abril de 2010

Sigo viva!

Durante los días 21, 22 y 23 de abril tendrá lugar en el Hotel Vincci Soma - c/ Goya 79, de Madrid, un rastrillo solidario de la colección de calzados de yutes ecológicos Sara World. Son diseños realizados en algodón y seda 100%, de forma artesanal con componentes naturales y su proceso de elaboración es manual.

Los beneficios de este rastrillo solidario, se destinarán a los proyectos de investigación que apoya la Fundación Sandra Ibarra de Solidaridad Frente al Cáncer.

Vuestra solidaridad es fundamental.

http://www.youtube.com/watch?v=q9MTE7MQfGc (Video promocional del mercadillo solidario)



Nos vemos allí! Besos grandes, fuertes y cariñosos!