domingo, 26 de abril de 2009

¡Si te pica…!

Dulós:
Excepto en cara, cuello y escote, tengo todo el cuerpo lleno de granos. Unos granos rojos que me pican mucho, aunque intento no rascarme para no extenderlos y dejarme marcas de por vida. El inicio de mi relación con ellos se remonta al sábado de la semana pasada por la noche.

Recostada en el sofá de casa, estaba viendo una película con Eduardo. De repente, me di cuenta de que llevaba un buen rato rascándome las piernas. Encendí la luz y vi que tenía unos pocos granos. “Quizá está empezando a salirme el vello de las piernas, y por eso me salen granos que pican tanto…”, le comenté a mi pareja. “¡Qué bien, vuelven a nuestras vidas las depilaciones!”, me respondió sonriendo. La película tuvo un final feliz -como casi todas- y Eduardo y yo nos fuimos a dormir.

Pero el domingo por la mañana, al despertarme, no sólo no me habían abandonado los granos, sino que tenía más. Y empecé a preocuparme. Decidí esperar a ver cómo evolucionaban durante el día, pero por la noche, Eduardo y yo decidimos volver a visitar nuestra ya "familiar" sala de urgencias del Hospital. Esta vez fuimos al de Madrid Sanchinarro.

Después de un largo tiempo acostada en una camilla, y después de realizarme inspecciones oculares y análisis, la doctora de guardia sentenció: “reacción alérgica en estudio” y describió los granos como “micropápulas eritematosas y pruriginosas”. En el mismo centro me inyectaron un medicamento antialérgico y me comentaron que quizá me había producido reacción adversa el antibiótico que estaba tomando para curar mi otitis. Me miraron los oídos y, al verlos, me dijeron que suspendiera el tratamiento y que consultara con mi oncóloga.

Laura García Estévez me visitó el martes. El antibiótico lo había dejado hacía tan sólo un día y medio, pero la alergia iba a más. La doctora, después de repasar los nuevos medicamentos que estaba tomando estos últimos días, pensó que quizá mi cuerpo reaccionara mal a un fármaco que había empezado a tomar para la ansiedad. También cabía la posibilidad de una alergia al tamoxigeno, pero la oncóloga me aseguró que este medicamento antiestrógenos no suele dar reacciones de este tipo. Pero no quedaba más remedio que esperar la evolución de los granos en mi cuerpo. El viernes al mediodía, en manos también de mi médico de cabecera, ya había cambiado de medicamento para la ansiedad y había tomado dos tipos distintos de antiestamínicos, tanto orales como en crema y la doctora de mi pueblo, Villanueva del Pardillo me inyectó el conocido antialérgico “urbason”.

Esta semana tenía una cita importante en el quirófano del Hospital de Madrid Sanchinarro, donde me iban a implantar los pechos definitivos de silicona. El lunes, al verme mi cirujano plástico, decidió posponer la operación prevista para el miércoles 22 de abril al miércoles de la siguiente semana. Por un lado me sentí aliviada por no poner en riesgo mi cuerpo y las futuras cicatrices, pero por otro… ¡tengo ya tantas ganas de lucir un escote estupendo!

Ahora son las siete del la tarde del domingo. Espero que remitan pronto los picores, porque sino tendré que atarme las manos para no rascarme. Paciencia no me falta. Con el cáncer he aprendido muchas cosas, y una de ellas es a tener paciencia. Para bien o para mal, todo llega a su debido tiempo. El dolor lo aguanto muy bien… lo que me matan son las tremendas ganas que tengo de acabar ya con todas las operaciones.

Eduardo:
¿Una reacción alérgica? Madre mía, como está la pobre, totalmente llena de granos. Resulta preocupante. Y como el or
igen no está muy claro, deberemos seguir el método de prueba y error, cambiando medicamentos. En un ultimo intento, el viernes le pusieron una inyección de urbasón. Por cierto, que la doctora comentó que el pinchazo era intramuscular y que por tanto, dolía. ¿Dolía? Otra vez estamos haciendo daño a Dulós. Confiaba en que doliera poco, porque ya lo ha pasado bastante mal. Si, ya se que es un pinchazo, pero eso de que podía “doler” me llegó al alma…
Además nos recetaron una crema, un antiestamínico local, y por la noche me encargué de untársela por donde ella no podía. Si no dan pronto con una solución, deberemos posponer de nuevo la operación.

martes, 21 de abril de 2009

"Mejor dos que uno"

Dulós:

-“¿Te vas a operar?” -pregunta la enfermera mientras me prepara para realizar un electrocardiograma-

- “Sí, me van a quitar los expansores y a ponerme prótesis de silicona”

- “¿En los dos pechos?”

- “Sí, en los dos…” -respondo con cierta amargura-

Después de explicarle que el izquierdo me lo extirparon porque el cáncer estaba muy avanzado, pero que el derecho lo decidí porque me lo recomendaron los médicos, dijo:

-“Es la mejor decisión que podías haber tomado. Ahora los dos pechos te quedaran perfectos e iguales; te verás mucho mejor que con uno natural y otro de silicona”. A lo que añadió: “además, te has olvidado del problema del cáncer de mama para siempre”.

La enfermera no sabía que esas mismas palabras las he oído infinidad de veces. “En tu caso, mejor los dos pechos que uno…”. La primera vez que oí esa frase fue cuando mi ginecólogo, el Dr. Manuel Marcos, me dio los resultados de las biopsias realizadas en los bultos hallados en ambos pechos y me explicó que sólo tenía cáncer en el izquierdo. Ese día, con unas delicadas palabras, me recomendó que también me extirpara el sano, porque mi cáncer era bilateral -que suele presentarse en ambos órganos- y en tan sólo un año seguramente me habría atacado al otro pecho. “Piensa que, con toda probabilidad, en poco tiempo tendrás que volver a pasar por el quirófano, y por tanto sufrirás física y emocionalmente dos veces”, me aseguró, “pero haremos lo que tú quieras”. El doctor me dio tantas razones para que decidiera extirparme los dos, que sin demasiada convicción asentí, aunque con lágrimas en los ojos y en el alma.

Y ya no tristeza, sino rabia fue lo que sentí la siguiente vez que me dieron exactamente el mismo consejo. Fue la doctora Skaarup, la ginecóloga del mismo equipo médico del doctor Marcos y que también me estaba tratando. Pero la “famosa” frase todavía la he oído muchas otras veces: por ejemplo, de boca de mi médico de cabecera, y ahora, de la enfermera del electrocardiograma. Mi doctora de Villanueva del Pardillo me dijo: “Con esta decisión te quitas la ansiedad de padecer cáncer de por vida”. Y lo que siempre me viene a la cabeza es: “sí, habré tomado la decisión correcta, pero… ¿y a mi quien me consuela?, ¿quién me devuelve mis sensaciones perdidas?”. Soy perfectamente consciente de que todos me han dado este consejo con su mejor intención. Son médicos y lo que quieren es curarme. Y así lo han hecho. Porque no se me olvida que en la biopsia posterior a la operación, los resultados anunciaron que ya tenía un cáncer incipiente en el seno derecho. No tengo más que felicitar al doctor Marcos y a la doctora Skaarup. No se equivocaron. Lo hicieron muy bien. Pero todavía hoy, cuando oigo de nuevo las palabras de “mejor dos…”, me entra cierto enfado. Enfado conmigo misma. Enfado porque todavía no he aprendido a vivir sin pechos. “Si al menos me hubiera quedado uno…”, pienso. Preferiría mil veces tener un seno reconstruido y el otro caído, que dos senos maravillosos… de silicona. Pero sé que tengo que aceptar la situación. No puedo seguir viviendo echando de menos algo que jamás volverá. La vida es mucho más que “dos pechos y dos pezones”. Lo sé.

La enfermera me realizó el electrocardiograma en pocos minutos, y me dijo que pasara a recoger los resultados al cabo de una hora. Esta prueba forma parte del preoperatorio para la inminente intervención senos. A primera hora me habían extraído sangre para hacerme análisis, y ahora me harían una radiografía del abdomen. Ya con todos los resultados, me visitó el anestesista, el doctor Carlos Corbacho Fabregat. Después de hacerme un montón de preguntas, me dijo que las pruebas habían salido muy bien, y que no había ningún problema para la anestesia. También me aseguró que la otitis no representaba ningún peligro para la intervención.

Y aquí me tenéis. Contenta porque las pruebas han dado buenos resultados, y porque, espero, que nada impedirá que muy pronto luzca senos “nuevos”. Aunque el anestesista me advirtió que es una operación dolorosa, yo le razoné que: “¡después de perder dos pechos en un quirófano, para mí no es nada la reconstrucción!

sábado, 18 de abril de 2009

Atada al Tamoxigeno

Dulós:

“Vamos a empezar el tratamiento con tamoxigeno… tienes que tomar una pastilla diaria durante cinco años”. Ahora que ya he terminado con las sesiones de quimioterapia, mi oncóloga, la doctora Laura García Estévez, me explicó mi actual y futuro “plan de trabajo médico”. Cuando oí la palabra “cinco” años, me quedé estupefacta. Pocas veces había oído que una medicación durara tanto tiempo -sólo en ancianos con enfermedades crónicas….- ¡Yo que estoy preocupada porque no me revisan el cuerpo hasta junio… y deberé esperar cinco años para dejar de tomar pastillas contra el cáncer. ¡Menuda faena! A partir de ahora, entre las píldoras y las frecuentes revisiones médicas, está claro que tengo que relajarme. Y tengo que pensar que ¡ya!, hoy mismo, estoy curada y todo lo que haga a partir de ahora es para prevenir un nuevo cáncer. Otro. No el mismo. “¡El de ahora está muerto y enterrado y nunca se extenderá!”: Estas palabras me las diré cada mañana nada más levantarme.

La doctora me explicó el por qué de tan largo tratamiento. Es una mujer a la que habitualmente le gusta hacer esquemas y dibujos y, aunque sean cosas sencillas de explicar y de entender, de esta forma te lo transmite de una manera inequívoca y clara. Las posibilidades de recaer y padecer cáncer son del 50% durante los tres primeros años. En los dos siguientes años, hasta los cinco, el riesgo va cayendo paulatinamente. Pasados los cinco años, existe un moderado incremento en el peligro de recaer, que según mi oncóloga: “no está demostrado científicamente el por qué de esta aumento”.

Mi cáncer de mama es “hormonodependiente”, es decir, posee unos receptores o recibidores de estrógenos altamente positivos. Los estrógenos son hormonas femeninas producidas básicamente por los ovarios, y mi cáncer de mama “se alimenta” de estas hormonas para crecer. Lo que hace el tamoxigeno es bloquear la acción de los estrógenos, con lo que se enlentece e incluso detiene el crecimiento o proliferación de las células cancerosas que puedan estar en el cuerpo. Pero el tamoxigeno tiene el inconveniente de provocar un engrosamiento de la pared del útero, que aumenta las posibilidades de padecer cáncer en esta parte del organismo. ¡Habrá que estar pendiente de sangrados vaginales anormales y de dolor en la parte baja del abdomen! Además, las mujeres que tomamos este medicamento padecemos un riesgo mayor de sufrir cataratas de manera prematura. Lo bueno de este medicamente es que reduce el colesterol y también puede ayudar a que la osteoporosis sea más lenta. ¡No todo iba a ser malo! Además, ¡todo sea por vivir!

Después de que la doctora Estévez me hiciera esta explicación, empecé a contarle cómo me encontraba físicamente después de la sexta sesión de quimioterapia, y lo mal que lo estaba pasando con los sofocos producidos por la retirada del período a causa del tratamiento. En ese momento, se me ocurrió preguntarle cuáles eran los efectos secundarios del tamoxigeno. La doctora me miró, y riendo con expresión traviesa me dijo: “sofocos”. Eduardo y yo la miramos, y empezamos a reír con ella. Bromeé por la casualidad, pero en realidad, por dentro, me sentía fatal. Todavía no consigo dormir más de tres horas seguidas por culpa de estos calores.

Ya tengo cita con mi oncóloga para junio. Y ya me ha dado los volantes para hacerme las pruebas que me corresponden. No me quiere ver antes. ¡Nunca me habían dado una noticia tan buena!

Eduardo:

Bendita paciencia tiene la doctora. Cada vez que nos toca consulta, Dulós lleva preparado un papelito con la lista de consultas que quiere hacerle. Ella, de una forma clara, cariñosa y sencilla, nos las va respondiendo una a una. Nos ayuda, ¡no sabeis cuanto! Al principio, ir a ver a la Oncóloga nos producía nervios, tensión, incertidumbre y porque no, miedo. Y poquito a poco, la doctora ha convertido esas sensaciones en admiración, espectación y tranquilidad. Cinco años tomando unas pastillas que tienen preocupantes efectos secundarios... únele a esta noticia el que se ha acabado la quimio, que los análisis van muy bien, que empieza a salir el pelo, que cada día Dulós se va encontrando un poquito mejor... y que cuenta con mucho cariño. Una combinación perfecta para salir con la mente tranquila de la consulta. Bendita paciencia.



miércoles, 15 de abril de 2009

Urgencias… sin George Clooney

Dulós:

No oigo casi nada. Tengo los dos oídos completamente taponados y me duele muchísimo el izquierdo. Hace más de dos semanas que estoy acatarrada y las mucosidades no cesan. Hace unos días, mientras me sonaba, de repente noté un pinchazo muy doloroso en el interior del oído izquierdo. Me quedé aturdida y lloré de dolor. El mal era “rabioso”. Estaba en casa sola porque Eduardo trabajaba en su restaurante. Aguanté unos minutos por si el mal se apaciguaba. Pero iba a más… Entonces decidí llamar a mi pareja, explicarle la situación y pedirle que me llevara a urgencias. Eran poco más de las doce. Me sentía terriblemente asustada, porque estoy en el momento más bajo de mis defensas y pienso que cualquier daño puede convertirse en una dolencia grave para mi cuerpo.


Eduardo llegó a casa a las doce media de la noche. Subí al coche y nos dirigimos al Hospital Puerta de hierro de Majadahonda, el centro médico que queda más cerca de nuestro domicilio. Enseguida me atendieron y me hicieron pasar a una sala en la que otros pacientes esperaban, mientras Eduardo se quedaba en la sala de acompañantes. Sentada a mi lado, se encontraba una chica que me pareció bulímica. Una señal en la mano delataba sus continuos vómitos: es la herida que dejan en la cara dorsal de la mano los dientes al rozar la base del dedo corazón. Ahí mismo, una enfermera le quitó las vendas que llevaba en el brazo izquierdo que dejaron al descubierto unos enormes y profundos cortes longitudinales. Creí que había intentado suicidarse. Instantes después, la atendieron en un box, y al acompañarla de nuevo a la sala de espera y sentarla junto a mí, le indicaron que el psiquiatra la atendería en unos momentos. No hablé con ella. Me pareció una persona demasiado derrotada y herida cómo para preguntarle cómo se encontraba. No me atreví. No dejé de imaginarme su estado y circunstancias personales durante la más de hora y media que me hicieron esperar en esa sala.


“María Dolores Domènech”, anunció un joven médico desde uno de los box contiguos. Entré en la consulta y el doctor examinó mis oídos. Me dijo que tenía otitis, y que debía tomar antibióticos al menos durante una semana. Y que informara a mi oncóloga y al anestesista que me iba a atender en la próxima operación de pecho. “No creo que afecte a la intervención a la que te someterás dentro de diez días”, me dijo. Salí contenta del hospital, sabiendo que no tenía nada grave, que me podría operar, y que este terrible dolor se solucionaría con unos antibióticos. ¿Veis como a pesar de sufrir y pasarlo mal siempre nos aguarda algo bueno? Hay que recordar que después de la lluvia siempre sale el sol.


Eduardo:

Yo todavía estoy trabajando, y recibo una llamada de casa. Dulós lleva unos días resfriada, el tiempo está muy revuelto y nos afecta a todos. Me llama porque ha sentido un fuerte pinchazo en un oído, seguido de un fuerte dolor… De eso hacía como una hora y como el dolor no remitía, era necesario hacer algo. Ya sabéis que en su estado, a la mínima, lo mejor es acercarse a urgencias y evitar cualquier tipo de complicación que pueda tornarse grave dado su nivel actual de defensas. Dicho y hecho, me marcho a casa a recogerla y en lugar de ir hasta San Chinarro (nuestro hospital), nos vamos al Puerta de Hierro que nos queda mucho más cerca. Llegamos a la recepción, en ese momento había una chica joven con su madre dando sus datos y explicando su problema al recepcionista, así que nos pusimos detrás de ellas. Con tanta cercanía uno no puede evitar escuchar... y por fin nos toca a nosotros. Damos los datos pertinentes y explicamos nuestro problema, tras lo cual nos dirigimos a la sala de espera. Dulós se acerca a mí y me cuenta que el problema de la chica, su 'urgencia' era simple y llanamente que no le había venido la menstruación en 5 días. Está mal que este artículo lo escriba un hombre so pena de que le tachen de machista. Yo me pregunto: ¿no puede ir a su medico de cabecera para una cuestión así? ¿Hay que ir a urgencias por estas cosas? Así están de colapsadas… Porque en la sala de espera hay más de 30 personas. Añado que el recepcionista, al escuchar el problema, preguntó amablemente:“¿está usted embarazada?”. A lo que la chica respondió que no, y no aludió a ningún otro problema. Y yo estoy aquí en la sala de acompañantes esperando a Dulós, que está aguardando a su médico, y a mí no me han dejado entrar, y entre nervios y asombros, escribo estas líneas...

sábado, 11 de abril de 2009

Retrato de familia


Estos últimos meses, la ruta Girona-Madrid en avión se ha convertido para mis padres en algo muy habitual. Cada vez que ellos creen que pueden echarme una mano o cada vez que se lo he pedido, han venido a visitarme.


Dejé la casa paterna con tan sólo 21 años. Tenía ya un trabajo estable como corresponsal de TVE en Girona y, sobretodo, sentía la necesidad de iniciar mi vida demostrándome que podía cuidarme y ganarme “el pan” por mí misma. Estaba llena de ilusiones y esperanzas. Pero no todo lo que anhelaba se ha cumplido.














Mi madre es una persona con unas creencias muy personales. Recuerdo que siendo yo adolescente, nos pasábamos horas hablando sobre el sentido de la vida. Eran unas conversaciones que nos apasionaban. Empezábamos después de la cena, y en alguna ocasión, nos acostábamos con los primeros rayos de sol, felices y más fuertes moralmente. Ahora, cuando le cuento mis miedos y frustraciones, me dice: “no te obsesiones con el futuro, piensa en el hoy y en lo que tienes… sino, sólo conseguirás amargarte”. Por supuesto, es un buen consejo.

Mi abuela materna, María Casademunt, murió durante un bombardeo en la ciudad barcelonesa de Granollers, mi lugar de nacimiento. Ella era muy joven y su hija, mi madre, tan sólo tenía tres años. Era el año 1939. Mi madre siempre asegura que su progenitora era muy espiritual. Y que deseaba llevar una vida mística. Lo único que os puedo asegurar es que dejó varios escritos maravillosos. Uno de ellos es una canción que se titula: “A Vos Senyora”, que es una oración preciosa dedicada a la Virgen María. Su marido, mi abuelo Josep Mª Ruera, era músico y compositor, y le puso la más bella música a esta poesía. Todavía hoy es un canto obligado en todas las celebraciones familiares, aunque el abuelo no nos pueda ya acompañar al piano.


http://ruera.net
















En la última visita de mis padres a casa, mi madre y yo, una vez más, dialogamos; pero sobretodo hicimos muchas cosas juntas. Una tarde, paseando por un centro comercial, vi en un escaparate unas pestañas postizas. Ella sabe que me siento muy fea, y al darse cuenta de que las miraba fijamente, me dijo: “vamos a comprártelas, seguro que te sentarán bien”. La dependienta era una chica extrovertida y agradable, y enseguida se ofreció a ponérmelas ella misma. Fue divertido. Aprendí a colocarlas -requiere un trabajo de bastante precisión y paciencia- y me las llevé a casa contenta de haber encontrado un artificio que realza mis ojos de una forma muy natural.

Durante la última estancia de mis padres en casa, mi padre pintó una pared de verde manzana, colgó un reloj de pared y arregló mi jardín. Con mi madre, fuimos al mercadillo de Majadahonda. Me encanta visitarlo a menudo. He hecho amistad con algunos dueños de puestos. Suelen ser personas abiertas, sencillas y con dosis altas de amabilidad. Todos acostumbran a darme consejos sobre qué debo comer o qué debo ponerme para estar más saludable y bella. Y dedican parte de su tiempo a hablar conmigo, sin las prisas que invaden nuestra sociedad. A veces siento que me traslado a una época en la que podría vivir sin miedo al mañana y a morir. Y me siento feliz.

lunes, 6 de abril de 2009

¡A por mis pechos nuevos!

Dulós:
Cuando el agua de la ducha se desliza por mi cuerpo, siento un gran bienestar. En ese momento, dejo de sentir esa horrible opresión en el pecho que todavía me producen las prótesis, y sólo noto el agua sobre la piel. Me siento como sin piernas, sin brazos, sin presiones… Cierro los ojos y me imagino buceando en el mar, sin ninguna molestia y disfrutando de una profunda relajación.
Las duchas diarias son agradables, aunque no tengo sensibilidad en parte de mi cuerpo. Durante la intervención de la mastectomía me sacrificaron el nervio intercostobraquial. Casi siempre suele ser así. Es el nervio que va desde el pecho hasta el codo, por la parte interior del antebrazo. Recuerdo que después de la operación y durante varios meses padecí mucho dolor -con un efecto de compresión y de mucho calor-, además de en los senos, en la parte interna del antebrazo, en la axila y en la pared anterior del tórax. Este dolor se mezclaba con una sensación de que la zona parecía “dormida”. Poco a poco, fui dejando de sentir molestias y pasé a no notar absolutamente nada. El no tener sensibilidad en parte de ti produce una sensación muy incómoda y a la que no estamos acostumbrados. Pero mi cirujano plástico, el Dr. Martínez Murillo, me animó diciéndome: “Dulós, la sensibilidad no la recuperarás aunque tu cuerpo se irá acostumbrando a no sentir.” Tenía mucha razón. Nuestro organismo es inteligente y se adapta a sobrevivir en cualquier situación. Ahora casi no soy consciente de esa insensibilidad. Pero cuando me ducho… todavía no me he acostumbrado a comprobar que partes de mi cuerpo están dormidas para siempre. Y por cierto, tampoco nunca más tendré cosquillas en las axilas. En realidad, las cosquillas son “insoportables”, ¿no os parece?

Os aseguro que no puedo olvidar las sorprendentes sensaciones de la primera vez que me puse bajo el chorro de agua después de perder los pechos en el quirófano. Ese día, en casa, desnuda ante el espejo, me asusté de mi misma. Unas horribles cicatrices atravesaban mi pecho totalmente plano. Oscuros moratones se eternizaban en mis pechos, brazos, antebrazos y espalda. Y no tenía pezones. Lavarme me producía gran dolor en las zonas afectadas. Todavía hoy, ya con los pechos a medio reconstruir, no puedo mirar mi cuerpo reflejado en el espejo. El espejo sigue siendo mi peor enemigo.

Pero pronto esta sensación cambiará. El próximo 22 de abril tengo “cita” en uno de los quirófanos del Hospital de Madrid Sanchinarro. El Dr. Martínez Murillo sustituirá mis prótesis rellenas de suero fisiológico por unas anatómicas de gel de silicona. Si todo va bien, sólo estaré una noche ingresada. El cirujano plástico me había explicado que, si yo quería, podría quedarme para siempre con las prótesis que llevo, pero me aseguró que las de silicona “me sentarían” mejor y notaría menos opresión en el pecho. Además, me explicó que las de suero fisiológico, con el tiempo, pueden perder volumen.

Cuando le pregunté al doctor si en esta operación me iba a reconstruir los pezones, me dijo que “lo haremos más adelante, porque si te los hago ahora, pueden quedar descentrados”. En ese momento recordé un día que, en la consulta, le dije: “no sé por qué no existen prótesis de pezones. Tendré que inventarlas yo”. El médico, divertido, me dijo: “qué cosas tienes”. Desde la operación, me he quejado muchas veces de verme los pechos demasiado “redondos”. Y el doctor Murillo asegura que: “los pezones dan proyección al pecho. Es lo que te falta”. Esperaré esta operación definitiva de reconstrucción. Y en verano ya estaré… ¡irresistible!

Eduardo:
Tantos meses sintiéndose extraña, con un busto irreconocible, con dolores, durmiendo en sitios estrechos para no poder darse la vuelta y sentir más daño... casi llega a acostumbrarse. La noticia de una nueva operación para cambiar las prótesis la ha pillado por sorpresa, gran "culpa" de eso la tiene el Dr. Martínez Murillo, creo que le gusta sorprender a sus pacientes con buenas noticias, de sopetón y casi sin previo aviso. Y Dulós está radiante. No se ve ningún miedo en sus ojos esperando la intervención que le quitará los expansores que tanto la oprimen, tan duros, y podrá dejar de darse constantemente crema en los pechos tratando de que la piel deje de estar tan tirante... Definitivamente, ha sido una excelente noticia.