sábado, 31 de enero de 2009

Te recuero, Nuri...

Dulós:
Estas navidades me he acordado especialmente de mi amiga Nuri. Nuri Mont murió de cáncer el 17 de enero de 2001. Yo hablé con ella por teléfono el día 24 de diciembre. Estaba exultante. Nos felicitamos las fiestas. Me habló del pollo que había cocinado, de lo feliz que se sentía, de su hermana… Y nunca más volví a oír su dulce voz. Éramos amigas de la infancia. Y de jóvenes formamos un grupo de chicos y chicas que estudiábamos juntos en el Colegio Vedruna de Palamós. Salíamos siempre juntos a bailar, íbamos de excursión, organizábamos fiestas…Todavía hoy la echo de menos. Y todavía hoy pienso en ella como si estuviera viva, como si mañana pudiera volver a llamarme por teléfono. Es una sensación extraña, rara. Pero así lo siento. Mi querida Nuri…

Nuri llevó su enfermedad de una manera muy diferente a la mía. A Nuri le encantaba viajar. Recuerdo que un verano, al volver de unas vacaciones en Irán, la ingresaron en el hospital de Sant Pau de Barcelona. Tenía la barriga muy hinchada y le dolía mucho. Sin todavía prescripción médica, Nuri y yo comentamos la posibilidad de que hubiera cogido algún virus en su viaje.

El caso es que cuando me enteré que padecía cáncer fue un año antes de que falleciera. Pero ella ya supo de su mal mucho antes. Y ese dolor no quiso compartirlo con casi nadie. Yo lo supe porque me lo dijo Franc, un chico del grupo de amigos. “No lo digas a nadie, ni a ella tampoco, porque no quiere que se sepa”. Franc también me dijo que Nuri llevaba peluca. Me impresionó muchísimo. Yo no había notado nada, parecía su pelo de verdad, con el mismo color, el mismo corte. Pero yo me la imaginaba sin pelo, y me moría de pena…

Nuri no tenía padres. Su madre también había fallecido de cáncer y su padre del corazón. Vivía con su hermana un par de años menor que ella. Nuri era de mi edad. Y cada año en nochebuena, el grupo de amigos íntimos, después de cenar con nuestros padres, continuábamos la fiesta en casa de Nuri. Aquél día éramos como su familia, todos la queríamos un montón, y todos nos queríamos. Hasta bien entrada la madrugada, charlábamos relajadamente ante la chimenea, comíamos frutos secos y jugábamos una partida de Trivial Pursuit. Lo pasábamos realmente bien.

Y llegó un día en que Nuri se abrió. Y habló claramente y directamente de su enfermedad. Y la escuché decir en voz alta la palabra “cáncer”. Recuerdo cómo luchaba ferozmente contra la enfermedad. Ella nunca imaginó su muerte. Nunca. Nuri se cuidaba mucho. Y después de varias sesiones de quimioterapia, me contó que la someterían a un tratamiento experimental. Ella estaba segura de que funcionaría. Pero yo me llené de dudas…

Y llegó el 24 de diciembre en que hablé por última vez con ella. Ese año no fui a su casa porque yo ya vivía en Madrid. Esas navidades las disfrutó, fue muy feliz, pero después de las fiestas… todo cambió. Harta de sufrimiento, dejó de luchar. No sé qué le pasaría, desconozco las razones de este cambio…

No supe de ella nada, ni tan siquiera que eran sus últimos días, hasta que el 17 de enero me llamó mi hermana y me dijo: “La Nuri s’ha mort”.

¿Cómo no voy ahora a pensar en mi querida amiga Nuri? Tú luchaste y perdiste. Yo lucho y… Sé que voy a vencer, sé que soy fuerte, que me han diagnosticado la enfermedad a tiempo, pero en un rincón de mi corazón está tu recuerdo, Nuri. Y estas navidades has estado más presente que nunca en mis pensamientos. Tu fortaleza ante el cáncer me anima, el recuerdo de tu feroz lucha me da coraje, tu alegría ante la enfermedad se me contagia… Te tengo presente Nuri, y me acuerdo de ti. Alguna lágrima he derramado: por ti, y también por lo que será de mí.






viernes, 16 de enero de 2009

Navidad... ¡dulce navidad!

NOCHEBUENA

Dulós:
Eduardo y yo, el mismo 24 de diciembre tomamos el coche rumbo a Palamós, en Girona, para celebrar las Navidades junto a mi familia. Ya ni me acordaba de que hacía poco más de una semana había recibido la segunda sesión de quimioterapia. Llegamos con el tiempo justo para hacer “cagar el tió” de Nochebuena, a las 9 de la noche. Mi sobrino Oriol, de dos años y medio, estaba impaciente; sólo le hice esperar cinco minutos más, el tiempo que tardé en maquillarme a toda prisa y ponerme la peluca. Deseaba que aquella fuera una noche especial: que mi sobrino por primera vez en su vida viviera la magia de los regalos de nuestra tradición de nochebuena, y que yo me sintiera guapísima por dentro y también por fuera. Quería sentir que aquella era una Navidad sin enfermedad. Y así lo sentí porque me dejé envolver por la alegría y dicha que rebosaba mi familia. Toda una lección de amor.


Y el “tió cagó”: esta tradición catalana consiste en poner un leño tapado con una manta en el salón de casa unos 20 días antes de Navidad. Los niños deben dejarle comida bajo la manta -naranjas, yogures, cacahuetes, etc.-. El leño se la “come” y deja sólo las cáscaras y envoltorios, y como más se alimenta, más “cagará” el día 24. Y en nochebuena, los pequeños le dan golpes con unos largos palos mientras le cantan, y cuando levantan la manta, descubren con sorpresa que el leño ha “cagado” muchísimos juguetes. ¡Mi sobrino Oriol se llevaba la mano a la boca y ponía cara de asombro cada vez que levantaba la manta! ¡Qué gracioso! Su hermano Biel, de tan sólo tres meses, miraba la escena distraido y relajado. Las mentiras de la vida todavía no las entiende. La le llegarán, para lo bueno y para lo malo.

A los mayores también nos “caga” el tió, pero lo hacemos con la técnica del amigo invisible. A mi me tocó hacerle el regalo a mi sobrino Gerard, de 18 años, y le compré un gorro y unos calcetines para ir a esquiar. Me chivaron que es lo que más le hacía ilusión. Acerté. Pero el regalo que me hicieron a mi tiene un valor que jamás en la vida podré agradecer. No tiene coste económico, aunque si me viera obligada a venderlo pediría todo el oro del mundo. Mi sobrina Mónica, de 20 años, estudia diseño gráfico y es una chica única. Es dulce y tierna. Y así fue su regalo: me hizo un retrato con carbón en un lienzo… No escogió el camino fácil de la compra, sino que en su ajetreada adolescencia prefirió dedicar horas a su tía enferma para complacerla con un obsequio que sabía que le haría mucha ilusión. Te quiero, Mónica, porque eres así.

¡Y llegó la hora de la cena! Esta segunda sesión de quimioterapia me ha dado un apetito atroz. Mi padre preparó dos capones rellenos que estaban de muerte. Estos días como mucho, pero sigo sin engordar. Peso 47 quilos, y dicen mis médicos que no cojo peso por culpa de los nervios, y porque mi cuerpo gasta mucha energía en restablecer todo lo que las operaciones y la quimioterapia van destruyendo y estropeando en mi cuerpo. A los postres, mi padre recitó versos de poetas catalanes, como Joan Maragall o Josep Maria de Sagarra. Sabe que a mi me encanta. Recita muy bien y desde niña, siempre se lo pido.

De solteros, mi padre y mi madre actuaban en un grupo de teatro amateur de Granollers, en Barcelona. Allí también vivía José Escobar, el creador de los personajes Zipi y Zape y Carpanta.



Mis padres participaron en una representación de su obra “Ensayo General”. Una obra de gran prestigio, que aún hoy sigue representándose. En aquellos tiempos ya fue un éxito rotundo, y la amistad de mis padres con Escobar duró hasta su muerte.
NAVIDAD
Todo bien. Familia, comida, relax, paseos cerca del mar… Mi sobrina Mónica me quiere hacer otro regalo: una sesión de fotos, ya que ella es una gran aficionada a la fotografía. Y aquí tenéis una muestra:





















Y por la tarde, sesión de Karaoke. ¿Quién canta peor?




Eduardo:

Como cada año, nos vamos a Girona a pasar la Nochebuena, así que el mismo 24 por la tarde cogemos el coche y carretera y manta, que se dice. Por cierto, que fue un viaje movidito, con tanta niebla… Al llegar a casa de su hermana Lourdes ya estaba toda la familia esperándonos y con el 'tió' a punto. Siempre es un momento muy entrañable porque no solo se divierten los peques, sino también los mayores. Y Dulós disfrutó como una niña chica. Con lo que tiene encima, es increíble lo bien que lo esta llevando, y hay momentos en los que se le pasan todos los males, se olvida de todo, y es muy, muy feliz. Su familia es estupenda, y con lo poquito que la ve, a Dulós se le cambia la cara. Han sido tres días muy intensos y muy aprovechados, incluso fuimos a visitar a amigas suyas que hace muchísimo tiempo que no veía. Se lo ha pasado de miedo. ¿Navidades tristes? ¡No serán estas!

PD.- omitiré cualquier comentario sobre el Karaoke...

lunes, 5 de enero de 2009

Camino a la calvicie...

Dulós:
No consigo quedarme completamente calva. Y lo deseo con todas mis fuerzas. Por un lado, porque estos pocos pelos que me quedan me pican muchísimo, y me paso el día rascándome la cabeza sin consuelo alguno. Y por otro, porque cuando me miro al espejo me veo desaliñada… No he perdido la coquetería, y es duro verse mujer con pechos ajados y la cabeza parcheada. De todas maneras, me trago las lágrimas y camino por casa con la cabeza desnuda y alta, repitiéndome constantemente: ¡lo que vale es lo que hay dentro de esta cabecita!

¡Menuda 2ª sesión de quimio!

Dulós
Nunca creí que una actitud positiva ante una enfermedad provocara que los síntomas fueran más leves de lo habitual. Pero yo, una mujer con cáncer y sometida a la segunda sesión de quimioterapia, puedo afirmar que estoy pasando unos días de vacaciones con un cuerpo en tan buena forma física como el de cualquier otro ser humano sano. ¿Es fruto sólo del azar o es que le he puesto tanta fuerza mental positiva que mi organismo ha podido sobreponerse a tanta ruina física?

El 16 de diciembre me tocaba tomar la segunda sesión de quimioterapia. Había estado dos días especialmente susceptible y sentimental; las lágrimas me fluían sin parar. Y es que sentía miedo y agobio ante esta sesión porque la navidad estaba muy cerca y no quería hacer sufrir a mi familia con mis trastornos y molestias físicas. Ya en el hospital, estuve dos largas horas conectada a la máquina y volví a casa con gran angustia en el cuerpo. Después de una larga noche en la que no dormí más de dos horas seguidas, desperté, y al momento me di cuenta de algo tremendamente importante: no sentía ese horrible sabor a hierro en la boca que tanto me atormentó durante más de una semana después de la primera sesión de quimioterapia. Y ese hecho comportó que casi no tuviera náuseas ni vómitos ni ese día ni los siguientes. Lo que sí sentí esa mañana y durante tres días fue un cansancio extremo y un sueño sorprendente, que, evidentemente, solucioné durmiendo día y noche. Al igual que en la primera sesión de quimioterapia, unos días más tarde de la segunda sesión empecé con los problemas bucales, aunque esta vez las llagas también han sido más llevaderas.
Y otra novedad, pero ésta no tan buena: el domingo 21 de diciembre por la noche, después de dos días de sentir molestias en la garganta, me acerqué a urgencias del Hospital de Madrid Sanchinarro. Me hicieron análisis y radiografías pectorales -con cáncer, los médicos deben practicarte más pruebas de las normales porque las defensas están muy bajas- y me diagnosticaron hongos (cándidas) en la garganta. El doctor me dijo que me los habían provocado la misma quimioterapia. Me dio un jarabe y me fui a casa de madrugada. Pero aún así, en conjunto, los días posteriores a la segunda sesión de quimioterapia han sido muy tolerables y me he encontrado físicamente bastante bien. ¡Mis ánimos han estado por las nubes! Me he sentido contenta, radiante, dichosa… ¿qué más puedo pedir a esta maldita enfermedad que unas treguas tan llevaderas como esta y que me deje disfrutar de una feliz Navidad? No puedo dejar de sonreír a la vida por la fuerza que me da día a día…