martes, 28 de julio de 2009

¡La vida me da una nueva oportunidad y no la pienso desperdiciar!

Resultado de la Tomografía por emisión de positrones (Pet-Tac):

jueves, 23 de julio de 2009

La reina de los efectos secundarios


Dulós:
Mis padres siempre me han contado que desde muy pequeña ya era una niña con una personalidad muy fuerte. Según ellos, era muy impetuosa y tenaz, y también, tozuda y muy segura de mí misma. Cuando quería algo, era muy difícil hacerme cambiar de idea. Mi padre, que tiene un humor un tanto singular, ya desde mi tierna infancia me gastaba bromas en relación a mis “orígenes”. Decía que no me parecía a nadie de nuestra familia. Sabía que esas palabras me sacaban de quicio. Me dirigía sus chanzas con todo el cariño y amor del mundo. Todavía hoy me gasta las mismas bromas, y nos reímos los dos juntos, aunque ya no soy una niña que se lo cree todo. Pero de pequeña, en algunas ocasiones si llegué a creer lo que me contaba.

También era muy espontánea y natural y si quería vestir de un modo informal o alzaba la voz sin darme cuenta, mi padre me aseguraba que yo no era Domènech-Ruera. Y me explicaba con todo detalle que un buen día, mientras él y mi madre paseaban por el campo, me habían encontrado debajo de un puente medio vestida. Me comentaba que pensaron que provenía de una familia muy, muy pobre, y como les di lástima, me llevaron a su casa. Cuando mi padre me contaba esta historia, yo me enfadaba mucho, porque siempre me he sentido muy orgullosa de pertenecer a mi familia. Además, yo era la más patosa de la familia, la que siempre se caía, se rompía huesos, y además se arañaba y se hacía cortes… Cuando mi madre decía: “niñas, cuidado con… tal cosa”, yo le respondía: “mamá, di cuidado, Dulós”. Paradójicamente, en otras ocasiones, y justamente al contrario, me salía la “vena pijita”, es decir, me gustaba a veces despuntar por ser demasiado fina y elegante. Entonces, mi padre me aseguraba que yo era hija de un marqués y que por mis venas corría sangre azul. Que el marqués había muerto y ellos -mis padres- me habían adoptado.

Toda esta historia la reviví la larga noche anterior a la prueba del Pet-tac, en la que dormí muy mal, como me ocurre siempre cuando a la mañana siguiente tengo que someterme a pruebas y exploraciones. Los nervios siempre me atenazan. Eduardo y yo nos levantamos a las ocho de la mañana porque la cita en el Hospital era a las diez. Esta vez debía ir en ayunas: no debía haber comido nada en ocho horas, pero por suerte si me dejaron beber agua. Llegamos puntuales, y enseguida me atendieron. Una enfermera muy amable me llevó a una pequeña habitación. Allí, me inyectó los radiofármacos -agentes radioactivos- y me dijo: “ahora tienes que esperar una hora a que el medicamento llegue a todo tu cuerpo. Si quieres, puedes dormir.” Realmente no me costó nada echar una cabezadita. Me recordó que durante todo el día no podía estar cerca de niños ni de embarazadas. La radiación podría transmitirse y ser fatal para ellos. En el Hospital también existen unos aseos especiales para los enfermos a los que se les ha inyectado radiofármacos. Transcurrida una hora, un enfermero me despertó y me llevó a la sala de la enorme máquina que realiza el Pet-Tac. Allí acostada estuve unos 20 minutos, donde el frío era muy intenso. El enfermero me arropó, no con una, sino con dos mantas. El aparato es muy parecido al del Tac -a vista de las personas que no entendemos en medicina- pero más grande. La plancha en la que te encuentras, se va moviendo horizontalmente y, a diferencia de la máquina del Tac, no hace ruido. Y se agradece. Al terminar la exploración, me sentí liberada. Confío en no tener un nuevo cáncer, y deseo no pisar un hospital en mucho tiempo. Me despedí del personal sanitario con una alegría inmensa.

Edu quería transmitirme la confianza que él sentía en el resultado positivo de la prueba. Y me invitó a comer a un buen restaurante. Se sentía optimista y quería que yo me sintiera tan feliz como él. Yo comí poco, pero él se puso entre pecho y espalda una fabada que le sentó de maravilla. ¡Cómo me gusta cuando le veo feliz!

Al llegar a casa, vi un poco la tele, me conecté a internet, doblé la ropa limpia, puse el lavavajillas… Me sentía bien. Pero alrededor de las seis de la tarde sentí morirme. Desde esa hora y hasta las tres de la madrugada tuve continuas náuseas y vómitos, me dolía mucho el estómago, padecí un fuerte dolor de cabeza, y me salieron unos enormes granos en las axilas y debajo de los pechos. En un primer momento me asusté, y enseguida busqué en internet los efectos secundarios de los radiofármacos, y descubrí que los padecía “todos”. Aluciné. Leí: “Efectos secundarios, algunos de los cuales se dan en muy “raras” ocasiones”. Me quedé helada. Todos los que se detallaban en la larga lista, estaban en mi cuerpo.
¿Veis como es verdad que lo pillo todo? Y lo digo con humor, pero es la historia de mi vida… Tenía razón mi madre cuando me decía que tuviese cuidado…

lunes, 13 de julio de 2009

De nuevo el cáncer amenaza

Dulós:

Estoy abatida. No, más bien estoy derrumbada. Muy derrumbada. Esperaba tener ya el alta médica y mis tan ansiadas"vacaciones terapéuticas", y no, no ha podido ser. Y yo que lo había pregonado a bombo y platillo: el jueves seré “libre” y no tendré que pisar un hospital en todo el verano. Pero parece que el “cáncer”, de momento, no me da tregua. Maldito seas. Será que quizá no quiere que me tome unas largas vacaciones que empiecen en julio para alargarlas hasta agosto. ¡Me niego a quedarme sin vacaciones de verano! Creo que me las merezco, ¿no?

De todas las pruebas del chequeo que tenía que hacerme de fin de la quimioterapia, me faltaba la colonoscopia y los análisis de sangre. La colonoscopia me la hicieron bajo sedación anestésica, y el resultado fue que todo estaba en orden. Pero en los análisis de sangre, un marcador tumoral, el CEA, -antígeno carcinoembrionario- el porcentaje salió alto. Es decir, si el valor debe estar en una persona no fumadora en menos de 3,4 y en una fumadora en menos de 4,3, a mi me dio 10,39.

Cuando recogí los resultados en el hospital y los leí, lo primero que hice, nerviosa y alarmada, fue llamar a mi oncóloga, la doctora Laura García Estévez.


Le comenté el dato, y me dijo que efectivamente era alto. Me preguntó si fumaba mucho, y le respondí que bastante. Entonces me adelantó la cita para el día siguiente. Me explicó que tendría que estudiar los análisis, que ir descartando posibles recaídas o nuevos cánceres y me advirtió: “deja de fumar ahora mismo. A veces estos marcadores salen altos por culpa del tabaco”.

A las diez de la mañana del día siguiente estaba sentada en su consulta. Me temblaban las piernas. Casi no podía articular palabra. La doctora estudió detenidamente los análisis. Buscó mi histórico en este tipo de examen y vio que en algún otro momento, antes de padecer cáncer, también tuve este marcador un poco alto. Su diagnóstico fue el siguiente: me encargó que me hiciera un Pet-Tac: PET son las iniciales de Tomografía por Emisión de Positrones y TAC de Tomografía Axial Computarizada. También me dijo que no fumara “ni un solo cigarrillo”, y que en un mes volveríamos a realizar los análisis de los marcadores. Fue dura con el tabaco –como debía ser- y afirmó: “¿todavía no te has asustado bastante con el cáncer de mama? Si ahora tienes uno de pulmón, ya no podré curarte.” Sus palabras me llegaron dentro. Muy dentro. Tenía toda la razón. ¿Cómo es que sigo fumando después de todo lo que me ha pasado? Me asusté. No quiero morir. He dejado de fumar, y no me cuesta demasiado esfuerzo no hacerlo. Nunca pensé que sería capaz de vivir sin tabaco. Y puedo hacerlo. Con ayuda de parches, eso sí. Estoy impresionada. ¡Se puede!

lunes, 6 de julio de 2009

Un cumpleaños muy feliz

Dulós:

Hoy hace 46 años que mi madre me trajo a este mundo. Pero hoy prefiero celebrar mi "cero" cumpleaños. Me he sentido tan mal durante este último año y me siento tan bien ahora, que mi vida vuelve a tener ilusiones y esperanzas después de que muchas veces pensara que todo se había acabado... Y todos vosotros tenéis mucho que ver en ello. Mucho. Nunca sabréis cuánto os agradezco que hayáis estado a mi lado.



Gracias por haberme dado tanta "vida

Dulós, 6 de julio de 2009
cumplo "0" años gracias a ...


jueves, 2 de julio de 2009

Es hora de empezar a reparar mi cuerpo


Dulós:
Un año prácticamente sin pisar la calle. Un año metida en casa y en el hospital, en el que sólo he salido lo justo. Han sido 10 meses de reclusión forzosa con algún viaje corto y en coche, eso sí, de copiloto. Y poco más.


Descansar, descansar y descansar.

Todo indica que, de momento, voy a sobrevivir al cáncer, pero ahora me espera una larga pero esperanzadora labor de reparación de mi estropeado cuerpo.


Hace pocos días hice mi primera inmersión en el mundo de la gente “corriente”. Un amigo me invitó a su fiesta de cumpleaños. Era una cena de picoteo a las nueve de la noche. Y le dije que sí. Me sentía lo bastante fuerte como para aguantar toda la velada en un estado agradable, cordial y divertido. Y así fue. Me lo pasé genial.


Unos días antes de la celebración, me miré al espejo. Me dije: Dulós, creo que necesitas “chapa y pintura”. Y me puse manos a la obra.


Lo primero, fue visitar un centro de belleza. Era mi primera depilación después del cáncer. En cuanto a las uñas, la quimioterapia produce alteraciones en ellas, tales como la aparición de bandas blancas y su reblandecimiento. Por lo tanto, no se aconseja utilizar corta-cutículas, corta-callos, laca de uñas ni quitaesmaltes. Ahora que ya me veo las uñas sin bandas y más fuertes, pude hacerme, por fin, la pedicura. Me las pinte de “rojo matón”, el color que más me gusta.


Hace unos días decidí raparme la cabeza de nuevo porque empezaba a crecerme el cabello, pero dejando muchas calvas. Ahora, he visto que es la mejor decisión que pude haber tomado. Empezó a crecer otra vez el pelo, pero esta vez todo uniforme y muy fuerte. Ahora, casi tengo “una melena al viento…”. Cuando mi hermana pequeña, Cesca, me vio el pelo que tenía, se fijó en: “¡cuántas canas tienes!”. Me tocó la moral. Sí, ya sé que tengo edad de canas, pero no me gusta que se vean. Al día siguiente fui a la farmacia y compré un tinte de cabello. Me lo apliqué yo misma en casa y ha quedado un color entre rubio y rojizo precioso. Y sin una sola cana. ¡Me encanta! Además, ahora, con lo “largo” que lo tengo, ya puedo incluso hacerme un peinado: aplanado por delante y de punta por detrás. ¡Quién no se con forma es porque no quiere!


Otra de los cuidados urgentes que necesita mi cuerpo son los dientes. Mis dos incisivos centrales superiores han quedado muy separados entre sí por culpa de lo que sufre la boca y las encías por la quimioterapia. Hace unos días he visitado a mi dentista, Marta, pero me ha dicho que la quimio me ha dejado también dos caries. Me ha quitado una. Ahora tengo cita para eliminar la otra. Arreglar los incisivos, será en el siguiente encuentro.


Las cejas y pestañas ya me han crecido. Problema arreglado. Ya puedo pintarme sin problema.


La piel de todo el cuerpo me ha quedado extremadamente seca. Utilizo jabones de baño muy hidratantes, y cremas o aceites para después. Una vez a la semana, exfoliante. Además, bebo mucha agua. Y al tomar el sol, protección altísima, sobre todo en las cicatrices.


Mucho trabajo me costó acudir a la fiesta de mi amigo con un “look” que yo consideré “aceptable”. Incluso me atrevería a decir que “bueno”, dadas las circunstancias.
Fue una fiesta muy agradable y divertida. Conversé, reí, conocí a gente muy interesante… y aguanté como una leona. Hacía tanto tiempo que no salía que quería aprovechar hasta el último segundo. Gracias amigos. Gracias a la vida.