Las lágrimas me impiden ver con claridad las palabras que escribo en la pantalla del ordenador. Hoy me he sentido todo el día especialmente sensible -el no poder desplazarme no me anima mucho-, y ahora, cuando ya son las once de la noche, no puedo reprimir mis sollozos. No lloro de tristeza, no. Lloro de emoción, de alegría, de felicidad. ¿Cómo es posible que en tan pocos días, haya recibido en mi blog más de 30 mensajes tan animosos y cariñosos de mis amigos-lectores después de haberos abandonado durante casi cuatro meses? Me siento abrumada. No os correspondo como es debido. ¡Quedan tan pobres mis palabras al lado de las vuestras!
Esta tarde me ha llamado Pepi, mi amiga incondicional e inseparable de Palamós, en Girona. Hemos charlado de un modo íntimo, como siempre. Ella habla mucho, como acostumbra, pero siempre sobre mí. Cuando cuelgo el teléfono, me doy cuenta de que no hemos conversado casi nada de sus cosas, de su familia… Creo que me quiere mucho. Es un cielo. Al final de la conversación le he dicho: ¡sí, mamá!, porque Pepi insiste una y otra vez en que para volver a ser la Dulós de siempre, lo único que debo hacer es cuidarme. Hemos hablado un buen rato de lo fuerte que yo soy. Física y mentalmente. Le he confesado que yo misma me sorprendía con lo que estaba aguantando con tanta fortaleza y buen humor. Mi amiga me ha hecho sentir muy feliz durante los minutos que ha durado la conversación.
Sigo con las muletas, sin poder hacer nada de nada, ni tan siquiera llevar un plato a la mesa, si no es dentro de una bolsa de plástico colgada de la asidera de los apoyos. La traumatóloga me ha dicho que el fémur roto tiene que soldarse. Así, mi plan de actividades es: todo el día en casa. Televisión. Comer en la cocina. Televisión. Ir al baño. Televisión. Y poco más. Constantemente me digo: “Todo pasa, todo se supera”. Pero habrá que tener paciencia, porque según la doctora, el hueso puede tardar en juntarse desde tres meses a un año y medio. ¡Menuda noticia!
Me he hecho una densitometría -prueba que evalúa el estado de los huesos-, y el diagnóstico es: osteoporosis, que según el diccionario significa “fragilidad de los huesos producida por una menor cantidad de sus componentes minerales, lo que disminuye su densidad”. Ésta es una enfermedad que suelen sufrir las personas de avanzada edad. La prueba me la encargó la reumatóloga, que la evaluará en nuestra próxima cita, a final de este mes.
También a final de mes tengo mi segunda revisión oncológica. La primera la pasé en octubre, con éxito. Estoy un poco nerviosa, la verdad. Todavía soy novata en este tema. Y las revisiones están demasiado cercanas una de la otra, lo que me hace creer que el riesgo de recaer en el cáncer es alto. Pero aquí estoy yo para seguir luchando.