Dulós:

La quinta sesión de quimioterapia es la antesala de la sexta, ¡de la última! Creía que, con el buen ánimo que mantengo, sería una quimio más, la penúltima, la que te deja a un paso del fin de la tortura… Pero no, ¡la quinta ha sido la peor! Recuerdo que mi oncóloga me dijo justamente lo mismo, que la quinta sesión era la más dura, y le pregunté: “¿por qué?”. Su respuesta fue: “porque todavía queda la sexta”. En ese momento pensé que lo decía porque los ánimos es cuando están más bajos, porque tienes ganas de acabar, porque es tan duro que parece que nunca llega el fin…
Pero está claro que los efectos negativos que causan la quimioterapia en tu organismo son acumulativos, y, cada día que pasa, te encuentras peor. Tu cuerpo no tiene tiempo de recuperarse de una sesión a otra, y al inyectarle más “matadores de células de crecimiento rápido”, vas a menos…
M

e cuesta mucho andar. Me duelen mucho los huesos y los músculos, especialmente de las piernas. Aunque tomo hierba de salvia, que supuestamente reduce los sofocos, en mi cuerpo van a más y, al sudar repentinamente, me quedo toda empapada y en segundos, cojo un frío intenso, con lo cual, no me extraño de mi actual constipado. El dolor en las encías ya me impide comer las habituales nueces que tomo cada mañana. Sigo durmiendo mal, y las noches que decido tomar una pastilla para conciliar el sueño, al día siguiente, me encuentro medio adormilada. Y por supuesto, el dolor en los pechos no desap
ar
ece. Y una novedad: me noto las uñas muy débiles, como si de repente se hu

bieran vuelto finas como el papel de fumar. Me han salido unas manchas blancas muy sospechosas. ¡Espero que no acabe perdiéndolas!

Las buenas noticias son que los últimos análisis que me han practicado salieron fenomenales, como todos los que me han hecho justo antes de cada sesión de quimioterapia. Mi doctora, Laura García Sánchez, me dijo “a ti la quimioterapia no te afecta a la médula”. Me quedé unos segundos absorta, estupefacta. Y le pregunté: “¿eso es bueno, verdad?”, a lo que evidentemente contestó: “sí, muy bueno”.
Pensando ya en el inicio de mi vida sin quimio, tenía algunas dudas que deseaba que mi doctora me aclarara. Pero sus respuestas no hicieron más que inquietarme. Sé que los m

édicos “se curan en salud”, y que prefieren animarte lo justo porque cada cuerpo reacciona de una forma muy diferente. Cuando le pregunté cuánto tiempo tardaría en recuperarme para, por ejemplo, poder trabajar, sentenció: “muchas mujeres tardan un año”. Me enfadé. Le dije que era imposible. Que tal y como me encontraba, seguro que en dos meses estaba “casi en plena forma”. No contestó. Me miró con afecto. También le pregunté cuánto tiempo tardaría en empezarme a crecer el pelo después de la última sesión. Me contestó que unos dos meses. ¡Y yo que creía que era casi inmediato!
La doctora García Sánchez también me recomendó que a partir de ahora hiciera todo el ejercicio posible, porq

ue así mi cuerpo liberaría serotoninas. Según he leído: “Se podría decir que la serotonina es la “hormona del placer", además de ser la "hormona del humor". En el sistema nervioso central se cree que la serotonina juega un papel importante como neurotransmisor en la inhibición del enojo, la agresión, la temperatura corporal, el humor, el sueño, el vómito, la sexualidad y el apetito. Estas inhibiciones están relacionadas directamente con síntomas de depresión”. Le expliqué que cada día sacaba a mi perro a pasear, pero me dijo que no era suficiente con andar, que debía correr y cansarme. Y así lo haré. Mi perro me lo agradecerá.
Mientras estaba en el Hospital de día a punto de recibir la quimioterapia, me pregunté qué me inyectaban en una pr

imera bolsa con líquido transparente, antes de recibir los medicamentos de una solución roja llamada en argot “bitter Kas”. Amablemente, una enfermera me lo explicó: “Fortecortín y Ondansetrón”. Son preparados para evitar las náuseas y vómitos. Después de recibir las medicinas de la quimioterapia, me volvieron a inyectar los remedios de los vómitos. Y los tres días siguientes, ya en casa, los vuelvo a ingerir cada mañana en forma de pastilla.
Al poco de estar “atada a mi botella”, una chica que estaba a mi lado y en mi misma situación empezó a llorar desconsoladamente. Enseguida se acercaron a ella una enfermera y la acompañante de otra enferma. Oí que la chica, entre sollozos, comentaba: “ayer enterré a mi hermana. También ha muerto de cáncer”. La psicóloga del Hospital acudió de inmediato. Todos la escuchamos y la consolamos, y los que pudieron la abrazaron y besaron. “A tu hermana le hubiera gustado verte bien y contenta, ¿verdad?”. Con estas palabras se calmó un poco, aunque

se sintió mejor cuando pudo desahogarse y explicar que “mi hermana luchó mucho, pero tenía metástasis. La gente se muere de cáncer. Y yo…” Y dejó aflorar sus sentimientos dolorosamente.
Yo estaba a su lado. Me costaba levantarme, al igual que el resto de enfermos, por los cables que me unían al goteo. Desde que empezó a llorar, no la dejaron sola un instante. Yo la miraba y sufría. Me cayeron varias lágrimas. Si ya me parecía dura mi situación, imaginaba el sufrimiento que ella debía padecer. Le ofrecí una revista, la que yo estaba leyendo en esos instantes. La cogió, me miró y sonrió tímidamente. No olvidaré nunca sus ojos que transmitían un padecimiento infinito. Después, miré plácidamente el relajante mural de la pared, e intenté transmitirle un poco de sosiego con mis pensamientos.
Eduardo:
Estamos en la penúltima ya!!!
Está cansada, mental y físicamente cansada. Aun sabiendo que sólo queda la recta final de la quimio, ¡está harta!. Muchos meses con molestias físicas, mal cuerpo, dolores musculares, demasiado tiempo sintiéndose fea, con su cabeza rapadita, sus cicatrices... y con todo, mantiene el tipo, y... ¡tanto que lo mantiene!. Sigue siendo la misma, y con las mismas ganas de enfrentarse a todo.
Como cada vez, llegamos al hospital y empiezan los análisis, mejor dicho, hago el papeleo correspondiente mientras ella ya está tumbada en la camilla para hacerle la extracción. Es la quinta vez que hacemos el mismo proceso, y la quinta vez que me tienen que recordar esto del procedimiento burocrático, uno también tiene la cabeza empanadilla a estas alturas. Y después del análisis, a esperar los resultados y a pasar consulta, y, también como siempre, está hecha un ¿toro?, pues si, la doctora está encantada y nosotros más. ¡A esperar los medicamentos para la quimio toca!
Esta vez, ya a la media hora de empezar con la sesión, estaba dormida. Le puse una manta por encima, y a esperar. Con la cantidad de líquido que te meten en el cuerpo, debe ser normal que te baje demasiado la temperatura del cuerpo.