
NOCHEBUENA
Dulós:
Eduardo y yo, el mismo 24 de diciembre tomamos el coche rumbo a Palamós, en Girona, para celebrar las Navidades junto a mi familia. Ya ni me acord

aba de que hacía poco más de una semana había recibido la segunda sesión de quimioterapia. Llegamos con el tiempo justo para hacer “cagar el tió” de Nochebuena, a las 9 de la noche. Mi sobrino Oriol, de dos años y medio, estaba impaciente; sólo le hice esperar cinco minutos más, el tiempo que tardé en maquillarme a toda prisa y

ponerme la peluca. Deseaba que aquella fuera una noche especial: que mi sobrino por primera vez en su vida viviera la magia de los regalos de nuestra tradición de nochebuena, y que yo me sintiera guapísima por dentro y también por fuera. Quería sentir que aquella era una Navidad sin enfermedad. Y así lo sentí porque me dejé envolver por la alegría y dicha que rebosaba mi familia. Toda una lección de amor.

Y el “tió cagó”: esta tradición catalana consiste en poner un leño tapado con una manta en el salón de casa unos 20 días antes de Navidad. Los niños deben dejarle comida bajo la

manta -naranjas, yogures, cacahuetes, etc.-. El leño se la “come” y deja sólo las cáscaras y envoltorios, y como más se alimenta, más “cagará” el día 24. Y en nochebuena, los pequeños le dan golpes con unos largos palos mientras le cantan, y cuando levantan la manta, descubren con sorpresa que el leño ha “cagado” muchísimos juguetes. ¡Mi sobrino Oriol se llevaba la mano a la boca y ponía cara de asombro cada vez que levantaba la manta! ¡Qué gracioso! Su hermano Biel, de tan sólo tres meses, miraba la escena distraido y relajado. Las mentiras de la vida todavía no las entiende. La le llegarán, para lo bueno y para lo malo.
A los mayores tamb

ién nos “caga” el tió, pero lo hacemos con la técnica del amigo invisible. A mi me tocó hacerle el regalo a mi sobrino Gerard, de 18 años, y le compré un gorro y unos calceti

nes para ir a esquiar. Me chivaron que es lo que más le hacía ilusión. Acerté. Pero el regalo que me hicieron a mi tiene un valor que jamás en la vida podré agradecer. No tiene coste económico, aunque si me viera obligada a venderlo pediría todo el oro del mundo. Mi sobrina Mónica, de 20 años, estudia diseño gráfico y es una chica única. Es dulce y tierna. Y así fue su regalo: me hizo un retrato con carbón en un lienzo… No escogió el camino fácil de la compra, sino que en su ajetreada adolescencia prefirió dedicar horas a su tía enferma para complacerla con un obsequio que sabía que le haría mucha ilusión. Te quiero, Mónica, porque eres así.

¡Y llegó la hora de la cena! Esta segunda sesión de quimioterapia me ha dado un ape

tito atroz. Mi padre preparó dos capones rellenos que estaban de muerte. Estos días como mucho, pero sigo sin engordar. Peso 47 quilos, y dicen mis médicos que no cojo peso por culpa de los nervios, y porque mi cuerpo gasta mucha energía en restablecer todo lo que las operaciones y la quimioterapia van destruyendo y estropeando en mi cuerpo. A los postres, mi padre recitó versos de poetas catalanes, como Joan Maragall o Josep Maria de Sagarra. Sabe que a mi me encanta. Recita muy bien y desde niña, siempre se lo pido.


De solteros, mi padre y mi madre actuaban en un grupo de teatro amateur de Granollers, en Barcelona. Allí también vivía José Escobar, el creador de los personajes Zipi y Zape y Carpanta.


Mis padres participaron en una representación de su obra “Ensayo General”. Una obra de gran prestigio, que aún hoy sigue representándose. En aquellos tiempos ya fue un éxito rotundo, y la amistad de mis padres con Escobar duró hasta su muerte.

NAVIDAD
Todo bien. Familia, comida, relax, paseos cerca del mar… Mi sobrina Mónica me quiere hacer otro regalo: una sesión de fotos, ya que ella es una gran aficionada a la fotografía. Y aquí tenéis una muestra:


Y por la tarde, sesión de Karaoke. ¿Quién canta peor?
Eduardo:
Como cada año, nos vamos a Girona a pasar la Nochebuena, así que el mismo 24 por la tarde cogemos el coche y carretera y manta, que se dice. Por cierto, que fue un viaje movidito, con tanta niebla… Al llegar a casa de su hermana Lourdes ya estaba toda la familia esperándonos y con el 'tió' a punto. Siempre es un momento muy entrañable porque no solo se divierten los peques, sino también los mayores. Y Dulós disfrutó como una niña chica. Con lo que tiene encima, es increíble lo bien que lo esta llevando, y hay momentos en los que se le pasan todos los males, se olvida de todo, y es muy, muy feliz. Su familia es estupenda, y con lo poquito que la ve, a Dulós se le cambia la cara. Han sido tres días muy intensos y muy aprovechados, incluso fuimos a visitar a amigas suyas que hace muchísimo tiempo que no veía. Se lo ha pasado de miedo. ¿Navidades tristes? ¡No serán estas!
PD.- omitiré cualquier comentario sobre el Karaoke...