
Ayer visité por primera vez una oncóloga, la Dra. Laura García Estévez. La enfermedad sigue su proceso habitual, pero la espera de esta cita me ha parecido una eternidad. He perdido demasiado tiempo en imaginarme lo peor: largas y fuertes sesiones de quimioterapia que resquebrajarían mi frágil y delicado cuerpo. A las dos en punto de la tarde mi pareja Edu y yo llegamos al CIOCC -Centro Integral Oncológico Clara Campal- del Hospital de Madrid. Uno se imagina que en un centro oncológico sólo verás personas sin cabello, o con el pelo muy corto y negro, con pañuelos en la cabeza, caras demacradas, con enormes y oscuras ojeras… Y no es así.
A simple vista, este hospital parecía un centro de salud cualquiera, con enfermedades comunes, fiebres, lumbalgias, huesos rotos... Pero en pocos segundos Eduardo y yo descubrimos lo que hace distinto y único a un centro oncológico: la angustia, la congoja, la incertidumbre y el miedo flotan en el ambiente de una forma tan invisible como palpable al menor roce. Y la gente suplica con gritos silenciosos por un poco de afecto y ternura. Después de preguntar por mi cita en recepción, Edu disparó la máquina para hacer la fotografía que ilustra este articulo. De repente, una señora de cara amable y ojos claros me ha preguntado si yo era la enferma. Le he dicho que sí, que me habían extirpado los dos pechos. Cuando yo le he preguntado qué le ocurría a ella, ha llorado desconsoladamente y ha hablado balbuceando: “mi marido está muy mal, muy mal, tiene cáncer de pulmón, y esta noche le ha dado por querer dormir en el salón de casa. ¿Y cómo le voy a dejar sólo en el salón? Y yo no he podido dejarle solo. A las 4 se ha despertado, y luego más tarde otra vez… Y por la mañana le he acompañado a quimioterapia, y después a otras pruebas…”
La he visto tan cansada y débil que no he podido más que acariciarle la mejilla, abrazarla y decirle que en cuanto durmiera un poco estaría mejor… Mientras la estrechaba fuerte, he sentido otros brazos que nos envolvían a las dos. Eran los de Edu que también se ha acercado a consolarla. A mi pareja se le ha ocurrido invitarla a un café, y ha conseguido que la señora sonriera: “no, gracias, tengo que irme enseguida. Además, soy muy llorona y os daría la mañana”. Nos hemos vuelto a besar, a abrazar, nos hemos dicho que nos veremos en el hospital… “Por cierto, me llamo Cristina” “y yo Dulós”. Nos hemos dicho adiós con la mano varias veces. Y Cristina ya no lloraba. Sonreía. Ahora parecía tener más energía y aliento para ayudar a su marido enfermo.
En la planta inferior del CIOCC la Dra. Laura García Estévez ya nos estaba esperando. Inquietos y nerviosos, nos sentamos en la consulta. Ante nosotros, una médica de mediana edad, afable, guapa, con voz suave y delicada que transmitía confianza y franqueza. A los pocos minutos ya hablábamos como si se tratara de una antigua amiga. Después de estudiar minuciosamente todos mis informes médicos, la conclusión de la especialista fue la siguiente: “Debo hacerte una prueba de Biología Molecular, el Fish Her2, si sale positiva, deberás so
meterte a sesiones de quimioterapia, si sale negativa, no”. La Dra. Estévez nos lo explicó lo mejor y lo más llanamente que pudo: esta prueba nos dirá la virulencia del cáncer que he padecido. También nos dijo que si no era necesaria la quimioterapia, debería tomar unas pastillas de hormonas. Estas pastillas tienen la misma eficacia que la quimioterapia, es decir, también evitan que se reproduzcan los tumores cancerosos, pero son mucho menos agresivas, con lo cual ni se te cae el pelo, ni te mareas, ni vomitas. Eduardo y yo nos miramos a los ojos. Sonreímos tímidamente y nos cogimos de la mano. Los dos confiábamos plenamente en la doctora, a la que acabábamos de conocer hacia apenas una hora. Sabíamos que no se equivocaba, que cualquiera de las dos opciones sería la que me salvaría la vida. Ahora que cabe la posibilidad de que me libre de la quimioterapia, he dejado de tenerle miedo. ¡Pase lo que pase, y pase por lo que pase, lo único que quiero, es vivir, luchar, sufrir, caminar, acariciar, besar, amar!
Eduardo:
Pues ya estamos en el siguiente paso, saber si hay quimio o no. Desde que los médicos empezaron a ver las pruebas antes de la operación, siempre nos habían dicho que probablemente Dulós necesitaría quimioterapia. Y ahora nos encontramos con la grata sorpresa de que puede ser que no haga falta. Pues Dulós lo lleva muy bien, está muy animada y estas sorpresas la animan más todavía, lo cual debo reconocer que me preocupa mucho. No sería plato de gusto que al final necetirara quimio, sería lo que coloquialmente se denomina "un buen palo". Pero hay que estar preparado para todo, así que el día 4 veremos. De cualquier manera, Dulós va a seguir rodeada de gente estupenda y pase lo que pase, seguro que entre todos haremos que el camino sea más facil.